Considerado
lógica y gradualmente
Cui lecta pontenter erit res
Nec fecundia deseret hunc, neque lucidus ordo.
Analizar una cosa es dividirla
en todas sus partes de que se compone, para observar cada una separadamente, y
volver después a unirlas, para observar su conjunto. Hecho este análisis se
conocer una cosa cuanto cabe en el entendimiento humano.
Así, si queremos conocer el mecanismo de un reloj, le
dividiremos en todas sus partes, poniéndolas unas junto a otras. Examinaremos
su forma y su destino, cómo obran unas sobre otras, y cómo desde el primer
muelle pasa el movimiento de rueda hasta la aguja que señala las horas.
Luego también para el análisis del discurso observaremos
el oficio y significación de cada palabra, sus relaciones unas con otras, cómo
de su enlace se forman los pensamientos, y cómo estos, reducidos a cierto
orden, componen el discurso.
De ahí se ve que el discurso no es más que una serie de
pensamientos expresados con palabras. Luego, haciendo el análisis del discurso,
se hace al mismo tiempo el del pensamiento. Aún podemos decir que el análisis
del pensamiento se halla hecho en el discurso, porque las palabras nos
representan las ideas que percibimos por la sensación o por la reflexión. Las
relaciones de nuestras palabras son las de nuestras ideas. En la unión de las
palabras vemos claramente las comparaciones, los juicios y raciocinios que
forman nuestro entendimiento. Todas estas cosas están separadas y puestas en
orden en el discurso; nos podremos detener en cada una para observarla con
cuidado y ver después cómo se unen para formar pensamiento.
Este método, pues, nos ha de enseñar cómo formamos y cómo
expresamos nuestros pensamientos. Por él adquirirá nuestro entendimiento
aquella rectitud necesaria para hallar la verdad en las ciencias, y la
precisión, que se dirige a facilitar tan precioso hallazgo. Conseguida la
generación de las ideas, y por consiguiente, la de las palabras, no
tropezaremos en ninguna con alguna que pueda causar confusión, rectificaremos
las ideas falsas que hemos contraído por el hábito, y distribuiremos nuestro
conocimiento en un orden tan claro, que podemos desde el último subir
progresivamente hasta el primero, y de este bajar hasta el último.
El análisis es el único método que tenemos para aprender
y saber bien las ciencias, porque es aquel con que ellas se formaron,
verbigracia, infunden al entendimiento tanta claridad y convicción, porque sus
proposiciones se derivan unas de otras; y así, no es posible convencerse, antes
de haberse convencido de aquella en que se funda su demostración.
Del mismo modo, sin el análisis nunca podremos comprender
el arte de pensar y hablar, que se reducen a lo mismo. Una cosa es pensar y
hablar, y otra cosa es pensar y hablar bien. Todos los hombres piensan y
hablan, porque sus necesidades les precisan a esto desde la infancia. Mas ¡qué
diferencia reina entre ellos en este punto!
Dejemos aparte a aquellos hombres que viven en la más
baja esfera de la sociedad, pues estos, no con sus luces, sino con su trabajo,
contribuyen al bien común; por lo que el corto número de sus ideas se contrae a
sus oficios respectivos y a los objetos que diariamente se presentan a su
vista. Solo contemplemos los que recibieron una educación, sea la que fuere, y
veremos desde luego que la mayor parte de ellos puede dar razón a lo que ha
aprendido. ¿Quién duda que explicarán bien sus ideas si estuviesen colocadas en
su entendimiento en un orden claro? Pues en este caso solo tendrían que dar a
las palabras el mismo orden que tienen sus ideas.
Al contrario, estando sus ideas envueltas en la mayor
confusión, ¿quién se admirará de que la misma confusión reine en las palabras?
A lo mismo se debe agregar la facilidad con lo que
olvidan lo sabido ya. No habiendo orden, no están sus conocimientos enlazados
unos con otros. Por consiguiente, cuando perciben una idea no pueden
representarte todas aquellas con quienes tiene relación; así como estando
separadas varias bolas de marfil, el impulso dado a una no comunicará
movimiento alguno a las demás; pero estando unidas con otras, bastará dar
impulso a una para que todas reciban el movimiento.
Apuremos más nuestras observaciones, aplicándolas a
aquella porción de hombres que llamamos de instrucción. Muchos de ellos,
dotados de ingenio, por la falta de método no logran la extensión de luces a
que podían aspirar. Por más que lean los mejores modelos y traten con los más
eruditos, reina siempre en su entendimiento un caos, que no pueden disipar. De
ahí se ve en sus producciones los pensamientos más sólidos junto a los más
ridículos, y la verdad mezclada con el error. Algunos tienen el don de hablar con
facilidad, mas sus discursos son por lo regular fútiles y vacíos de sentido. Su
fecundia les ofrece muchas palabras y su imaginación muchas ideas placenteras
con que quieren encubrir esta falta; pero este efeite no puede engañar a la
razón, y solo fascina los ojos de la ignorancia.
Si volvemos ahora
la vista hacia aquellos que, siempre claros en sus pensamientos, lo son también
en sus expresiones; que esparcen la misma claridad en todas las materias que
tratan; que juzgan con solidez y eligen con buen gusto; cuya conversación
agrada tanto, porque siempre es sencilla, amena y del alcance de todos; estos
diremos que piensan bien, porque estudiaron como se piensa bien; estos hablan
bien, porque estudiaron como se piensa bien; estos hablan bien, porque hablan
del mismo modo que piensan.
Por último, si en cualquier ciencia o arte, el que
estudia por principios lleva tanta ventaja al que solo sabe por la práctica; si
un arquitecto es superior a un albañil, un pintor a un embarrador, y un piloto
a un práctico, lo mismo en el arte de expresar nuestros pensamientos, el más
perfecto será el que conozca mejor sus principios.
Ya conocemos la importancia de este arte; estudiemos sus
principios, que llegarán a nuestro conocimiento por medio del análisis del
discurso.
Principio
del análisis
El discurso es una serie de
pensamientos expresados con palabras. Luego todas las veces que hablamos o
escribimos con alguna extensión formamos un discurso.
Puesto que un discurso consta de varios pensamientos,
para analizarse será preciso considerar aparte cada pensamiento, y después
considerar cómo se enlazan unos con otro.
Pero un pensamiento tiene varias partes, que están
desenvueltas en lo escrito. Para conocerlas no hay más que tomar un pensamiento
en cualquier obra, y observarle con cuidado. Sea, por ejemplo, el trozo
siguiente, sacado del discurso de don Ventura Rodríguez por don Gaspas de
Jovellanos. Se trata en él la erección del nuevo templo de Covadonga.
A la vista de una de aquellas grandes
escenas en que la naturaleza ostenta toda su majestad, Rodríguez se inflama con
el deseo de gloria, y se prepara a luchar con la naturaleza misma. ¡Cuántos
estorbos, cuántas y cuán arduas dificultades no tuvo que vencer en esta lucha!
Una montaña, que escondiendo su cima entre las nubes, embarga con su horridez y
su altura la vista del asombrado espectador: un río caudaloso, que taladrando
el cimiento, brota de repente al pie del mismo monte: dos brazos de su falda,
que se avanzan a ceñir el río, formando una profunda y estrechísima garganta:
horrendos peñascos suspendidos sobre la cumbre, que anuncian el progreso de su
descomposición: sudaderos y manantiales perennes, indicios del abismo de aguas
cobijado en su centro; árboles robustísimos, que le minan poderosamente con sus
raíces: ruinas, precipicios… ¿qué imaginación no desmayaría a vista de tan
insuperables obstáculos?
Mas la de Rodríguez no desmaya;
antes su genio, empeñado de una parte por los estorbos, y de otra más y más
aguijado por el deseo de gloria, se muestra superior a sí mismo y hace un alto
esfuerzo para vencer todos los obstáculos. Retira primero el monte, usurpando a
una y otra falda todo el terreno necesario para su invención; levanta en él una
ancha y majestuosa plaza, accesible por medio de bellas y cómodas escalinatas,
y en su centro esconde un puente, que da paso al caudaloso río y sujeta sus
márgenes; coloca sobre esta plaza un robusto panteón cuadrado, con graciosa
portada, y en su interior consagrada el primero y más digno monumento a la
memoria del gran Pelayo; y elevado por estos dos cuerpos a una considerable
altura, alza sobre ella el majestuoso templo de forma rotunda, con gracioso
vestíbulo, y cúpula apoyada sobre columnas aisladas; le enriquece con un
bellísimo tabernáculo, y le adorna con toda la gala del más rico y elegante de
los órdenes griegos.
¡Oh, qué maravilloso contraste no
ofrecerá a la vista tan bello y magnífico objeto en medio de una escena tan
hórrida y extraña! Día vendrá en que estos prodigios el arte y de la naturaleza
atraigan de nuevo allí la admiración de los pueblos, y en que disfrazada en
devoción la curiosidad, resucite el muerto gusto de las antiguas
peregrinaciones, y engendre una nueva especie de superstición, menos contraria
a la ilustración de nuestros venideros.
Número 1º
[Partes de un pensamiento]
Todo este trozo se reduce a un
solo pensamiento. Rodríguez hizo un magnífico edificio en Covadonga; mas el
autor le desenvuelve con claridad, precisión y elegancia.
Primero le divide en tres partes principales, señaladas
con tres párrfos distintos. En el primero presenta los obstáculos que Rodríguez
tuvo que vencer, en el segundo todo lo que hizo para vencerlos, y en el tercero
la admiración que causa tan magnífica obra. Estas tres partes, distintas en lo
escrito, se presentaban al mismo tiempo al entendimiento del autor. No pudo
separarlas sin desenlazar su pensamiento, ni expresarlas con primor sin analizar
con exactitud y perfección.
Luego que el autor descubrió en su pensamiento tres
partes principales, trató de desenvolver cada una separadamente. Cada una de
estas tres partes se hizo, pues, como un nuevo pensamiento, cuyas nuevas partes
fue preciso señalar. En efecto, las vemos señaladas en el primer párrafo, ora
con un punto, ora con dos, o coma, o con punto y coma.
Estas palabras, verbigracia, “Rodríguez se inflama con el
deseo de gloria, y se prepara a luchar con la naturaleza misma”, se terminan
con un punto porque presentan un sentido completo. Todas las demás partes de
este párrafo con dos puntos, porque el sentido se halla suspenso en una a otra
,y así todas concurren a desenvolver la primera, cuyo desenvolvimiento acaba
con el párrafo. En cada parte vemos una coma, última subdivisión del
pensamiento, que sirve para separar una idea de otra.
Lo mismo podemos observar en los dos párrafos siguientes.
Como quiera, ocurre en ellos una nueva división, señalada con punto y coma.
Esta tiene casi el mismo oficio que los dos puntos, pues si en algunos casos el
punto y coma no señala una relación tan próxima entre lo que se dijo y lo que
se va a decir como la que señalan los dos puntos, siempre se puede asegurar que
uno y otro se confunden las más de las veces, y que ambos son partes que
desenvuelven un pensamiento.
Número 2º
[Naturaleza de estas partes]
Hemos visto el pensamiento
dividido en varias partes; consideremos ahora cada parte separadamente.
Para esto hemos de advertir que un pensamiento se compone
de uno o más juicios, porque cuando pensamos no hacemos sino juzgar de dos o
más cosas, y cuando expresamos con palabras estos jucios de nuestra lama
formamos lo que se llama proposición.
Ahora bien, volvamos a nuestro asunto, y veremos en el trozo
precedente tres especies de proposiciones. En la primera parte del primer
párrafo, “Rodríguez se inflama…” hallamos una proposición, llamada principal,
porque la que precede y las que siguen se refieren a ella, y no hacen más que
desenvolverla. Su carácter consiste en que presenta por sí sola un sentido
completo. Llamamos subordinada la que está antes, “ A vista de una…” porque no
forma sentido alguno, sino en cuanto se una a la proposición principal. Puede
estar antes o después de ella, sin que por eso pierda su carácter.
Se observa la última especie de proposición en estas
palabras: “una montaña, que embarga la vista del espectador”. Que embarga no es proposición principal, tampoco es subordinada; determina solamente la
palabra montaña, señalando la calidad que tiene de embargar la vista, por lo
que se le da el nombre de incidente.
En la primera parte del último párrafo vemos una
proposición principal que carece de miembros. Esta tiene el nombre de frase o
de oración.
En el primero y segundo párrafo varias proposiciones
desenvuelven la proposición principal; se da el nombre de período a su
conjunto, y a cada una el de miembro del período.
Número 3º
[Análisis de la proposición]
Se asentó arriba que una
proposición es la expresión de dos o más juicios; luego para conocer qué cosa
es proposición, debemos considerar antes en qué consiste el juicio.
Esta es una operación de nuestra alma. Para comprender
mejor cómo se hace, tomémosla desde su principio.
Sabemos ya que todas nuestras ideas proceden de la
sensación o de la reflexión; de la sensación cuando las percibimos por medio de
los sentidos, y de la reflexión cuando el alma se para a considerar sus propias
operaciones.
Supongamos ahora que el alma recibe por la sensación dos
ideas. En este caso su primera operación es la atención; esto es, atiende a
ellas. No podría el alma atender a ellas si no fuesen presentadas por los
sentidos; mas pueden los sentidos presentárselas, sin que por eso les dé
siempre el alma su atención, como sucede cuando miramos una cosa y pensamos en
otra.
Después de la atención el alma pasa a la comparación;
esto es, compara una idea con otra. Si después de compararlas percibe entre
ellas semejanza o diferencia, esta percepción es un juicio de nuestra alma.
Luego el juicio procede de la comparación de dos ideas;
la comparación de la atención dada a cada una de estas dos ideas, y se debe la
atención a la dirección de nuestros sentidos a un objeto particular.
Etas tres operaciones son simultáneas en nuestra alma,
como lo podemos conocer por nuestra propia experiencia. Siempre que hablamos
formamos uno o muchos juicios, sin advertir que nuestra alma atiende o compara
para formarlos. Obrando las tres al mismo tiempo, nuestra alma percibe por
ellas al mismo instante una relación de semejanza o de diferencia, que
constituye el juicio.
Mas si queremos expresar este juicio con palabras,
tendremos que separar estas operaciones. Así, representaremos por medio de dos
palabras las dos ideas de que consta necesariamente cada juicio; y hecha la
comparación, representaremos por medio de una tercera palabra la relación de
semejanza o de diferencia que se advierte en las dos primeras. De ahí se ve
cómo las operaciones de nuestra alma se analizan con palabras o lo que es lo
mismo, con el discurso.
Si el juicio expresado con palabras constituye la
proposición, este juicio Rodríguez es
arquitecto se llamará proposición; y hallaremos en ella el análisis de las
operaciones que hizo nuestra alma para formar este juicio.
Luego toda proposición consta de tres palabras. La
primera se llama sujeto, la segunda atributo; ambos son seguidos de dos ideas
que hemos comparado; y la tercera, que es signo de la operación de nuestra
alma, se llama verbo.
Las proposiciones son simples o compuestas; simples cuando
constan de tres palabras o de dos, porque en este caso el verbo y el atributo
se confunden en una misma palabra. Así, yo
hablo es una proposición simple, que equivale a yo estoy hablando.
Se llama proposición compuesta la que contiene en
compendio varios juicios, como la siguiente: “Rodríguez tiene ingenio, osadía,
talento”. Es claro que en esta proposición hay tantos juicios cuantos atributos
que se refieren a Rodríguez por medio
del verbo que se suple en cada uno de ellos.
También puede una proposición ser compuesta respecto del
sujeto, como se advierte en ésta: “Rodríguez, dotado de un alma sublime,
superior a todos los obstáculos, formado por los mejores modelos, tiene
ingenio, osadía, talento”. Dotado, superior y formado son otros tantos atributos que se refieren a Rodríguez por medio del verbo que se
suple en cada uno de ellos.
Por último, los varios miembros de que se compone un
período son otros tantos juicios, que se refieren al sujeto o al atributo de
una proposición principal, como lo podemos ver en el primero y segundo párrafo
del trozo mencionado.
Se infiere de esta doctrina que un juicio es simple, y
que una proposición es compuesta cuando encierra en sí varios juicios.
Número 4.º
[Análisis de los términos de una proposición].
El sujeto, el verbo y el
atributo, que también suelen llamarse términos de una proposición, tienen sus
oficios respectivos. El sujeto representa la cosa de que se habla, el atributo
la calidad que se juzga que tiene, y el verbo refiere la calidad del sujeto.
Primero. El sujeto representa la idea de una cosa que
existe o la idea de una cosa que miramos como existente. En el primer caso se
contrae únicamente a la cosa que representa, distinguiéndola de cualquier otro
individuo, por lo que se llama nombre propio, como Madrid, Tajo. En el
segundo comprende en su significación una clase de muchos individuos, como hombre, caballo, y se llama nombre general.
Luego el nombre propio expresa la idea que tenemos de un
individuo, y el nombre general una clas de muchos individuos.
La idea de un individuo es una idea de sensación, pues no
la tendríamos si los sentidos no presentasen este individuo a nuestra alma, y
los sentidos no le presentarían si no existiese verdaderamente. Al contrario,
la idea que tenemos de una clase es una idea de reflexión, pues los sentidos no
presentan esta clase a nuestra alma, sino que la formó ella de por sí, por
medio de varias expresiones; luego el nombre general no representa una cosa que
existe verdaderamente.
Consideremos ahora las operaciones que hizo el alma para
lograr la idea de una clase. Los sentidos le presentaron sucesivamente varios
individuos, a quienes dio su atención, primera operación; comparó estos
individuos unos con otros, segunda operación; juzgó que tenían varias calidades
comunes, tercera operación; dio al alma la idea de un conjunto de calidades
comunes de muchos individuos, cuyo conjunto se representa por la palabra clase, o lo que es lo mismo, por la de nombre general.
Así como hemos formado varias clases de individuos que
existen, formaríamos también varias clases de las calidades que percibimos en
los individuos. Tales son las clases representadas por las palabras blancura, olor, virtud.
Se infiere de estos principios que el sujeto de una
proposición representa indistintamente un nombre propio o un nombre general,
cuyos nombres se reducen comúnmente al de sustantivo.
El atributo representa un nombre general, como en la
proposición “Rodríguez es arquitecto”, o un adjetivo, como en esta, “Rodríguez
es ingenioso”. Consideremos ahora el carácter de esta última palabra. El
adjetivo determina siempre el substantivo, y se podría llamar incidente, pues
hace el mismo oficio que la proposición de este nombre. En hombre ilustre, la palabra hombre
representa la idea de un nombre general, y la palabra ilustre determina esta idea, haciéndola considerar con la relación
de ilustre. En vuestro padre, la palabra vuestro
determina la idea padre, pues señala
la relación que tiene con vosotros. En este
libro, la palabra este determina
la idea de libro, porque manifiesta
la relación que tiene con lo que indica. Y generalmente todo adjetivo añade a
la idea principal otra idea, que por esta razón se llama adjetiva.
Estas tres relaciones suponen tres juicios de nuestra
alma. No conoceríamos, verbigracia, la relación que existe entre hombre e ilustre, sin haber comparado estas dos ideas. Luego cuando decimos hombre ilustre significamos que la idea
de hombre conviene con la de ilustre, o lo que es lo mismo, que la
primera tiene relación con la segunda. Conforme a esto, hombre ilustre es lo mismo que hombre
que es ilustre; vuestro padre, lo
mismo que padre que es vuestro; este libro; lo mismo que libro que es este. Dónde se ve
claramente que los adjetivos tienen el mismo oficio que las proposiciones
incidentes; eso es, el de determinar los substantivos.
Los substantivos con preposición tienen también el mismo
oficio que los adjetivos y las proposiciones incidentes. Hombre de ingenio es lo mismo que hombre ingenioso, o lo mismo que hombre que es ingenioso. Sentaremos
pues por principio general que las proposiciones incidentes, los adjetivos y
los substantivos con preposición se identifican, y que todos ellos determinan
los substantivos.
Número 5.º
[Análisis del verbo]
El verbo, según hemos dicho,
juzga de la relación de semejanza o de diferencia que existe entre el sujeto y
el atributo; de donde se podría inferir que no hay más que un verbo en el
lenguaje. Mas los hombres procuraron reducir la expresión de sus pensamientos a
un corto número de palabras, por cuya razón impusieron a una sola palabra la
significación de varias relaciones, que deberían expresarse con distintas
palabras.
Así unieron la idea del verbo estar con la idea de un adjetivo, expresando las dos con una sola
palabra, cual es vivir, amar, estudiar, en lugar de estar
viviendo, estar amando, estar estudiando; y estos compuestos se
llamaron también verbos.
Además de esto, imaginaron varias terminaciones del
verbo, para expresar con ellas varias relaciones:
1º con un sujeto conocido por medio de esta terminación,
y que por lo mismo puede suplirse en el discurso;
2º relación con el número de sujetos; si es uno se dice estudio, si son muchos, estudiamos;
3º relación al tiempo, estudio ahora mismo.
Si tomamos por punto fijo del tiempo un momento
determinado, estableceremos tres divisiones: tiempo presente, tiempo pasado o
perfecto, y tiempo venidero, cuyos tres períodos se señalan con distintas
terminaciones del verbo.
La acción, una de las calidades transitorias de un
sujeto, puede tener relación con dos períodos. De ahí nuevas terminaciones del
verbo, conocidas bajo los nombres de imperfecto, pluscuamperfecto, imperativo.
Por último, todos estos tiempos reciben distintas terminaciones
en las proposiciones subordinadas, lo que constituye la diferencia de tiempo
del indicativo y tiempo de subjuntivo. Tales son las relaciones expresadas con
las terminaciones del verbo; veamos las que le acompañan.
Cuando se dice la naturaleza ostenta, se puede
preguntar: ¿qué es lo que ostenta? Toda
su majestad; donde se ve que majestad
es objeto del verbo. Luego si hemos hallado una relación entre el sujeto y
su calidad, comparando el primero con la segunda hallaríamos del mismo modo una
relación entre el sujeto y el objeto del verbo. Esta relación no se expresa en
el discurso sino por el lugar que tiene el objeto, pues suele posponerse al
verbo; y cuando no, se alcanza esta relación por medio del buen sentido.
La naturaleza ostenta su majestad a
todos los hombres, es otra relación expresada con la preposición
a; porque la calidad del sujeto se
dirige o se termina en todos los hombres,
porque todos los hombres se llaman término del verbo.
En una de aquellas
grandes escenas; relación del lugar, señalada con la preposición en.
Se inflama con el
deseo de gloria; relación de causa, señalada con la preposición con.
Dos brazos de su
falda; relación de pertenencia, señalada con la preposición de.
Bastan las relaciones que acabamos de apuntar para formar
concepto de las demás, cuyo número es considerable, y con esto concluimos el
análisis del discurso, puesto que le hemos dividido en varias partes, y
subdividido éstas en proposiciones principales, subordinadas, incidentes,
simples y compuestas; hallado en cada proposición substantivos, adjetivos,
verbos y preposiciones, y visto cómo unas palabras sirven para determinar
otras. He aquí pues el discurso reducido a sus elementos, y acabado su
análisis.
Número 6º
[Observaciones sobre el análisis del discurso]
Con el análisis que acabamos
de hacer hemos reparado que muchas palabras se suplen en el discurso con motivo
de darle más precisión. Esta calidad del discurso es muy grata al que escribe y
al que lee, al que habla y al que oye, porque con ella unos y otros logran más
pronto su intento. Las percepciones de nuestra alma son obra de un instante,
más su expresión exige todo el tiempo necesario para descomponerlas.
Percibiendo varias ideas al mismo tiempo, desearíamos, si fuese posible,
expresarlas del mismo modo; mas no pudiendo ser esto, nuestro mayor gusto pende
de la mayor precisión. Cuando más se reduce el tiempo, tanto más pronto se
verifica la expresión y tanto menos trabajo cuesta la descomposición. A esto se
puede atribuir el origen de las palabras compuestas en el discurso. El
adverbio, el pronombre y la conjunción, por ejemplo, no representan una sola
idea, sino varias ideas, que deberían expresarse con distintas palabras. Por
esta razón no tratamos de ellos en el análisis.
Consideremos ahora estas palabras compuestas, y veamos a
qué elementos se reducen.
El adverbio equivale a un substantivo con preposición: se
dice prudentemente, en lugar de con prudencia; mas, en lugar de en
cantidad superior, y así de los demás.
El pronombre equivale algunas veces a una proposición
compuesta, como venid a ver a un rey a quien los reyes pagaron
tributo, a un soberano de quien eran vasallos ocho soberanos, al monarca más
célebre de su siglo, al más sabio de Europa, y todos menos su corazón le
faltaron. Donde vemos que el
pronombre le representa las cuatro partes de que consta esta proposición.
La conjunción encierra en sí el pensamiento o la idea que
se acaba de expresar, uniéndola con la que sigue. Tales son las siguientes: entonces, en lugar de en aquel tiempo; así, en lugar de esta suerte; pues, en lugar de por consiguiente.
La conjunción y entre dos substantivos, como orador y poeta, manifiesta que se va a hacer respecto de poeta el mismo juicio que se hizo de orador.
Por último, la conjunción que suple el lugar de varias palabras, como dícese que la jurisprudencia es el alma de la
sociedad. La conjunción que en
esta proposición es una expresión abreviada, que corresponde a esta otra: dícese una cosa que es la jurisprudencia,
etc; donde se ve que su oficio es unir la primera proposición con la segunda.
Resumen
[Primera parte]
Primero. Nuestros pensamientos
se contraen a cosas que existen en la naturaleza o a cosas que miramos como
existentes.
Segundo. Una cosa que existe es un conjunto de calidades,
porque las calidades de las cosas son todo lo que podemos percibir en ellas.
Tercero. Las calidades pueden ser esenciales o
transitorias. Animado es una calidad
esencial del hombre. La acción de sus miembros es una calidad transitoria,
porque pende de su voluntad.
Cuarto. En una cosa que existe consideramos las calidades
esenciales y transitorias; mas en una cosa que miramos como existente
prescindimos de las transitorias, y solo consideramos las esenciales; de donde
se infiere que la idea de las primeras es de sensación, y la de las segundas de
reflexión.
Quinto. La palabra que representa la idea de una cosa que
existe se llama nombre propio. La que representa la idea de una cosa que
miramos como existente se llama nombre general. Ambos tienen nombre de
substantivos.
Sexto. El nombre propio siempre es sujeto; el nombre
general puede ser sujeto de una proposición.
[Segunda
parte]
Primero.
Las cosas tienen entre sí varias relaciones; luego las mismas relaciones habrá
entre nuestra ideas.
Segundo. Percibimos estas relaciones por medio de una
operación de nuestra alma. Tercero.
Una cosa puede tener relación con otra cosa, o con una o varias calidades.
Cuarto. Para expresar estas relaciones en el discurso
usamos de nombres generales, adjetivos, proposiciones incidentes y substantivos
con preposiciones que se refieren al sujeto por medio del verbo expresado o
suplido.
Quinto. El adjetivo, llamado así porque siempre se une al
sustantivo, expresa en el discurso lo que se refiere al sujeto.
Sexto. El adjetivo, la proposición incidente y el
substantivo con preposición son siempre atributos de una proposición.
Séptimo. El verbo es el signo de una operación de nuestra
alma, que juzga de la relación de semejanza o diferencia que existe entre el
sujeto y el atributo.
Octavo. Damos también el nombre de verbo a una palabra
compuesta que comprende el verbo verdadero en adjetivo y varias relaciones
expresadas con sus terminaciones, aunque algunos los diferencian llamando verbo
substantivo al primero y verbo adjetivo al segundo.
Noveno. Las demás palabras compuestas que vemos en el
discurso se reducen a las que acabamos de señalar, como el pronombre, el
adverbio y la conjunción.
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